domingo, 22 de junio de 2014

LA ESCUELA DE “CHAUFFEURS” DE LA HISPANO-SUIZA (I)

Parece inaudito pensar  que  una fábrica de automóviles tuviese, digamos, su propia Autoescuela. Por sorprendente que nos parezca eso ocurrió allá por el año 1909.

La marca Hispano-Suiza   construyó  los  automóviles  más elegantes, respetados y selectos  de todos los tiempos. Y, además, fabricados en España; más concrétamente en Barcelona.

La empresa se fundó en la Ciudad Condal en 1904. Sus fundadores fueron los  empresarios catalanes  Damiá Mateu i Bisa, Francisco Seix y el ingeniero suizo Marc Birkigt , que serían presidente, vicepresidente y director técnico respectivamente. Se llamó: Hispano-Suiza Fábrica de Automóviles S.A.

La industria se levantó sobre las cenizas de la compañía J.Castro que se había arruinado. Y desde aquel  modesto taller, que tenia Castro en la calle Floridablanca de  Barcelona, la nueva empresa llevó a cabo una labor muy notable y en   pocos años, gracias a sus modelos y a su tecnología avanzada, empezó a ganarse una sorprendente y merecida fama. 


En los primeros años del automovilismo, los fabricantes vendían la parte mecánica del vehículo, el chasis, el diferencial, la transmisión, el motor, ruedas, frenos y dirección. Todo excepto la carrocería. Ésta la encargaba el comprador a un carrocero y lo hacía en función de su presupuesto, de su gusto y de sus necesidades.

Corría la primera década del siglo pasado y España  experimentaba un cierto desarrollo industrial que hacía prever  un  prometedor comercio y un auge económico. En 1908, el Consejo de Administración de la Hispano-Suiza consciente  de estas favorables circunstancias,  y con buena visión de futuro, considera necesario y conveniente fabricar  vehículos más pesados para el transporte de mercancías y de viajeros. Se ponen manos a la obra y en 1909 lanzan  al mercado varios modelos de ómnibus con destino  a cubrir lineas regulares del transporte colectivo de viajeros. De esta manera, la Hispano-Suiza empieza a contribuir a la creación de muchas empresas españolas de viajeros  que vendrían a paliar la necesidad  de comunicaciones entre poblaciones  huérfanas de servicio ferroviario
.

Los responsables de la Compañía, que habían apostado para que  este transporte se hiciera con sus vehículos,  ponen en marcha una novedosa iniciativa, en este caso, con el objetivo de  aumentar las ventas. Para ello, deciden ayudar financieramente  a las empresas que opten por sus vehículos. La persona interesada en  comprar uno de sus ómnibus lo solicitaba y un departamento de la propia empresa ponía en marcha el plan. 

Se hacia un estudio económico  de viabilidad y en caso de resultar  favorable se creaba una sociedad conjunta entre ambas partes. La Hispano-Suiza   aportaba al capital social  el ómnibus solicitado y la otra parte el resto del capital y su trabajo. Cuando los resultados de la explotación ya eran positivos y había beneficios que permitían liquidar las deudas con  La Hispano Suiza, ésta  se retiraba de la sociedad  en cuestión.

Así se crearon muchas empresas de transporte colectivo de viajeros.  Líneas como  la Hispano–Suiza del Serpis en Alicante, la Hispano Hilarienca en Girona y otras como  la Hispano Montañesa, Hispano Urgelense, Hispano Manresana, Hispano Alto aragonesa, a las que habría que añadir un extensa lista, rodaron y rodaron por las carreteras y caminos de España llevando viajeros de un lugar a otro durante treinta y tantos años. Los  ómnibus  de la Hispano-Suiza empezaron a verse  por toda la geografía española.

Algunas de aquellas empresas han llegado hasta el siglo XXI con el mismo nombre con el que se crearon.



Aquellos primitivos ómnibus, tipo 12/15, 25/30 y 30/50, estaban equipados con motores que desarrollaban una potencia relativamente alta a bajo régimen: 18,5 CV, 32 CV y 43 CV respectivamente y desarrollaban una velocidad de  25 km/h los menos potentes y de 30 km/h los de más potencia.

Sus precios eran: el 12/15, 12.000pesetas; el 25/30, 17.000 y el 30/50 de 43CV, 21.000 pesetas. 

Los primeros modelos que se fabricaron disponían de  ocho asientos en el interior  y dos en la delantera.

La cosa no acabó aquí y el brillante Consejo de Administración de la Hispano-Suiza, junto con sus competentes directivos, siguieron derrochando imaginación. Pensaron que unos buenos chauffeurs que conociesen los entresijos de sus motores y fueran hábiles en el manejo de sus ómnibus  podrían ser elementos necesarios y muy valiosos para convertirse en sus mejores representantes. Estos chauffeurs sabrían sacar mayor provecho de las prestaciones del vehículo y  conseguir una mejor conservación y mantenimiento del mismo. Todo redundará en beneficio de los vehículos de la Hispano-Suiza.

La idea cuajó y un buen día, en una de sus frecuentes reuniones,  tomaron el acuerdo  de crear su propia Escuela de Chauffeurs. Pronto empiezan a publicitarla en la prensa escrita de la época. Redactan el  Reglamento  por el que se habría de regir, matriculan a los alumnos que lo solicitan y empiezan las enseñanzas. La escuela estaba preferentemente enfocada a formar "chauffeurs" para los  ómnibus de su marca



(Continuará...)


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